Citar sin drama desde la secundaria: Historias, cuentos y verdades al rescate
- Helohim Jair Abraham Valdés Sánchez
- 24 abr
- 6 Min. de lectura
Uno de los trabajos que los docentes de educación superior solicitamos con frecuencia son los ensayos. El diccionario de la lengua española (2025) define este concepto como “Escrito en prosa en el cual un autor desarrolla sus ideas sobre un tema determinado con carácter y estilo personales”. En términos educativos, el ensayo es un texto en el que se espera que el estudiante exprese lo que sabe y lo que opina con respecto a un tema, evidenciando el manejo de información con la que cuenta, su estilo narrativo, sus experiencias y conocimientos.

Respecto a las opiniones e ideas que expresan los estudiantes de manera oral o escrita en el aula, es importante que los docentes pongamos en práctica ciertas actitudes que pueden cultivarse desde la educación secundaria, con el fin de desarrollar habilidades de escritura que serán muy útiles a lo largo de la trayectoria escolar y en la vida de los estudiantes. Algunas de estas actitudes son:
Fomentar la escucha activa entre los estudiantes, atendiendo con interés las ideas que se expresan en el aula, sin subestimarlas, reprimirlas o ignorarlas.
Valorar los saberes y su punto de origen (científicos, religiosos, tradicionales, narrativos o experienciales).
Participar en lo expresado por los estudiantes mediante intervenciones que les permitan reflexionar en la construcción de sus conocimientos.
Para realizar la escucha activa es importante interesarse, alentar, preguntar, retroalimentar, reconocer sentimientos y resumir en el diálogo que se realiza con otra persona, como sugiere Cloke (2004, citado por Codina, pp 23-24). Esto también es fundamental al leer los trabajos de nuestros estudiantes: primero hay que entender la idea que se quiere transmitir y no apresurarse en corregir.
En mi experiencia docente, desde el nivel básico hasta el posgrado, me he encontrado con estudiantes que reprimen sus ideas por miedo a que sean criticadas o a que sus conocimientos sean infravalorados. Por ello, prefieren no arriesgarse y, en ocasiones, abordan el compromiso, compartiendo información e historias que asumen como verdades, solo porque lo escucharon de un amigo cercano, lo vieron en las redes sociales o porque la Inteligencia Artificial (IA) arrojó resultados que les parecieron confiables. Esta situación resulta muy familiar para los docentes.
De hecho, cuando le pregunto a mis estudiantes de licenciatura:
– ¿De dónde obtuvieron la información para su trabajo?
Ellos responden:
de la IA, de TikTok o de una página de Internet.
En otros casos, descubro que copiaron la tarea y al pedirles su punto de vista sobre el tema, les da pánico. Lo cierto es que, en una conversación entre amigos y en un ambiente de confianza, los estudiantes sí expresan conocimiento sobre ciertos temas, incluso saben citar: “Me dijo Elena Pola que el docente no sabe nada respecto a esta materia y que nunca había dado clase, eso me lo platicó en agosto del 2024, cuando inició el ciclo escolar”.
Cuentos y verdades
A partir de estas experiencias decidí escribir y compartir un cuento con mis colegas en formación docente. Este relato me ha sido útil para destacar la importancia de citar, referenciar y compartir información confiable para la construcción del conocimiento, y que este ejercicio no es nada del otro mundo.
En el bullicioso patio de la Escuela Secundaria, donde las risas y los murmullos formaban parte de la banda sonora, existía un grupo de amigos inseparables: Carlos y Sofía, curiosos y parlanchines; Mateo, tranquilo y observador; y Daniela, creativa e impulsiva.
Un martes por la mañana, mientras el sol comenzaba a calentar el ambiente, Carlos y Sofía llegaron al grupo con los ojos brillantes de emoción.
–¡Chicos, no van a creer lo que escuchamos!" –exclamó Sofía, bajando la voz como si compartiera un secreto de Estado–. Dicen que la maestra Elena, la de Historia, va a renunciar. ¡Que se va a casar con un príncipe de un país lejano!
Mateo, que estaba concentrado dibujando en su cuaderno, levantó una ceja con escepticismo.
–Sofía, ¿de dónde sacaste eso?
Carlos respondió por ella:
–Me lo dijo la prima de la vecina de la señora que vende dulces afuera de la escuela. Parece que lo escuchó en el mercado.
Daniela, siempre dispuesta a la aventura, ya imaginaba la boda real. –¡Imagínense las historias que nos podría contar!
–Mateo suspiró.
–¿No creen que esa información ha pasado por demasiadas bocas? Podría haberse distorsionado mucho.
Sin escuchar a Mateo, Carlos ya estaba corriendo la voz entre otros compañeros.
–¡La maestra Elena se va a casar con un príncipe!, –anunciaba con entusiasmo.
En poco tiempo, el rumor se extendió como pólvora por toda la escuela. Los estudiantes comentaban con asombro y especulación sobre la repentina partida de su profesora. Algunos incluso empezaron a sentir pena por ella, imaginando lo que sentiría al dejar una vida sencilla por protocolos reales. Otros, más osados, intentaban acercarse a la maestra Elena para sonsacarle algún detalle.
Durante el almuerzo, la situación llegó a oídos de la propia maestra Elena. Al principio, le causó gracia escuchar los comentarios confusos de algunos alumnos. Sin embargo, la insistencia y las miradas comenzaron a preocuparla.
Al día siguiente, la maestra Elena decidió abordar el tema directamente en clase.
–"He escuchado algunos rumores interesantes sobre mi futuro –dijo con una sonrisa amable–. Quiero aclarar algo: no me voy a casar con ningún príncipe, ni de cerca ni de lejos. Estoy muy contenta de ser su maestra de Historia y no tengo planes de irme.
Un silencio incómodo se apoderó del aula. Daniela se sonrojó visiblemente, mientras que Sofía y Carlos se sentían avergonzados. Mateo, en cambio, asintió con discreción.
Después de clase, Mateo comentó a sus amigos:
– ¿Vieron lo que pasó? Todo por no verificar la información. Un simple comentario escuchado en un mercado se convirtió en una historia increíble que preocupó a la maestra y generó falsas expectativas en todos.
Tienes razón –admitió Daniela. Me dejé llevar por la emoción de la historia sin pensar si era verdad.
–Yo también –dijo Sofía–. De ahora en adelante, antes de contar algo que escuche, voy a preguntar de dónde viene la información. La maestra Elena, al ver la pequeña reunión, se acercó a ellos.
–Me alegra que hayan comprendido la importancia de verificar la información, –dijo con una sonrisa–. En la vida, al igual que en la historia, es fundamental buscar fuentes confiables y no dejarse llevar por los rumores. Las palabras tienen poder: mal usadas, pueden generar confusión o causar daño.
A partir de ese día, el grupo de amigos aprendió a preguntarse "¿De dónde viene esta información? ¿Es verdadera?". Entendieron que en las conversaciones cotidianas, al igual que en el estudio, la curiosidad debía ir de la mano con la verificación, evitando así la propagación de ideas falsas y los posibles problemas que estas podían acarrear en la comunidad escolar. El patio de la Escuela Secundaria siguió siendo un lugar de risas y murmullos, pero ahora, con una dosis extra de escepticismo saludable y una mayor conciencia sobre el valor de la verdad.
Para cerrar esta historia es importante que los docentes y quienes se están formando en el campo educativo reconozcamos la importancia de crear un ambiente de confianza y de respeto en el aula, donde los estudiantes puedan dialogar con la misma libertad con la que lo hacen en el patio, el comedor, los espacios deportivos o en el propio salón cuando el docente no se encuentra. Un ambiente de aprendizaje colaborativo y participativo ayudará a qué alumnas y alumnos escriban ensayos con su propio sello y que expresen oralmente sus ideas y aprendizajes.
Con cuentos como este, podemos reforzar desde edades tempranas la importancia de verificar la información y hacer un paralelo con una situación común, el plagio en los trabajos académicos.
Así como la historia del príncipe y la maestra Elena generó una idea falsa en la comunidad estudiantil, presentar como propio un trabajo que no lo es crea una ilusión de conocimiento que no corresponde con el esfuerzo real del estudiante. Tanto el rumor como el plagio distorsionan la verdad y afectan a la comunidad escolar. La honestidad intelectual debe integrarse dentro de los valores formativos de niños, niñas y jóvenes estudiantes de cualquier nivel educativo.
La facilidad con la que un chisme se difunde sin ser cuestionado es similar a la tentación de copiar y pegar información sin citar la fuente. En ambos casos, la falta de verificación y la omisión de la verdad pueden tener consecuencias negativas. En el caso del rumor, genera confusión y posibles malentendidos. En el caso del plagio, afecta el aprendizaje real del estudiante, la evaluación justa y el ambiente de honestidad dentro de la institución.
Abordar temas como la verificación de la información y la integridad académica mediante cuentos permite a los estudiantes comprender las implicaciones de sus acciones de manera cercana y reflexiva, sin recurrir a la reprimenda o exhibición negativa de las personas.
Así como Sofía, Carlos, Mateo y Daniela aprendieron el valor de cuestionar la información antes de compartirla, esta historia busca inspirar a reflexionar sobre la honestidad y la verificación en todos los aspectos de la vida escolar, incluyendo la elaboración de sus trabajos académicos.
La verdad, ya sea en una conversación de pasillo o en la presentación de un proyecto académico, es fundamental para construir una comunidad basada en la confianza y el respeto por el conocimiento.
Referencias y fuentes de consulta:
Codina Jiménez, A. (2004). Saber escuchar. Un intangible valioso. Intangible Capital, 0(4). https://www.redalyc.org/pdf/549/54900303.pdf
Martínez Ambriz, M. (2024). 3 tips para citar en formato APA séptima edición y no morir en el intento. Blog IESPE. https://www.iespe.mx/post/3-tips-para-citar-en-formato-apa-septima-edicion-y-no-morir-en-el-intento
Real Academia Española (s. f.). Ensayo. En Diccionario de la lengua española. Recuperado el 21 de abril, 2025, de https://dle.rae.es/ensayo
Serafini, M. (1989). Cómo redactar un tema. Didáctica de la escritura. Paidós