Los límites de mi idioma son los límites de mi mundo.
Ludwig Wittgenstein
Historia de dos conquistas lingüísticas
En el muy lejano 1519, Hernán Cortés se hallaba en plena batalla para cristalizar la conquista de Tenochtitlan y los territorios del poderoso imperio Azteca. Para ello, una condición fundamental era ganar adeptos entre los pueblos vecinos a través de una astuta campaña de “relaciones internacionales”. Uno de los obstáculos más importantes para lograrlo era la comunicación. ¿Cómo ganar la complicidad de los líderes locales sin el dominio de sus idiomas?
Entre las filas de los conquistadores había, ciertamente, quienes fueron aprendiendo algunas expresiones en náhuatl, otomí o chichimeca gracias a sus incursiones previas en los territorios del altiplano central mesoamericano. Sin embargo, esos intentos eran (y son) insuficientes para comunicar las sutilezas diplomáticas que crean alianzas.
Fue entonces que, prodigiosamente, un grupo de caciques de Tabasco entregó a Cortés uno de los obsequios más redituables que pudo haber imaginado: junto con piezas labradas en oro y ricos objetos adornados con plumería, recibió a Malitzin, una joven indígena originaria de la actual región veracruzana, que hablaba fluidamente el náhuatl y el maya, y muy pronto aprendería el castellano. El eslabón definitivo para sellar alianzas y culminar la conquista había llegado. Malitzin no solo fue capaz de establecer las redes de comunicación necesarias en términos lingüísticos, sino también culturales, al informar a los españoles sobre las costumbres locales, sus aspiraciones y debilidades. El resto, es historia.
Poco menos de tres siglos antes (1271), con apenas 17 años, el mercader veneciano Marco Polo viajó en compañía de su padre y su tío hacia el Asia Oriental, con la intención de comerciar a lo largo de la llamada Ruta de la Seda. Así, cruzaron planicies, montañas y desiertos; pasaron por Persia, Samarcanda y Turquestán y, finalmente, llegaron a la corte de Kublai Khan, líder del imperio mongol.
Debido, en buena parte, a su conocimiento de distintos idiomas (se cree que dominaba por lo menos cinco lenguas orientales, incluyendo el persa y el mongol, además de italiano y francés), Marco Polo ganó el favor de Kublai Kahn y llegó a desempeñarse como supervisor de aduanas, gobernador e informante del amo y señor del imperio más extenso y poderoso de la época.
Los anteriores son tan solo dos ejemplos de la relevancia que ha tenido a lo largo de la historia el conocimiento de distintas lenguas y la habilidad de trasladar los mensajes de un idioma a otro. Gracias a ella se han construido y destruido civilizaciones enteras, y se han ganado y perdido guerras; por otro lado, también se ha difundido el saber, se ha compartido la cultura y, por breves pero significativos momentos, se ha afianzado la fraternidad humana.
El prestigio de las lenguas
Ahora bien, en un sentido totalmente pragmático, sabemos que ciertos idiomas tienen una presencia determinante en el ámbito global. El francés, por ejemplo, es considerado el idioma cultural por antonomasia; el árabe es la segunda lengua de mayor importancia en los negocios; el chino es la que tiene más hablantes en el mundo y el español es el idioma de mayor crecimiento en la actualidad.
How important is learning English nowadays?
Por su parte, el inglés cuenta con 1,348 millones de hablantes, aunque únicamente para el 28 por ciento (379 millones) es su lengua materna. El restante 72 por ciento lo domina o maneja con fluidez por razones básicas: es el idioma más utilizado en el contexto comercial y político, debido a la gran expansión que Estados Unidos logró en el siglo XX, coronada hoy en día por la globalización y su poderío económico. Es, por lo tanto, de uso intensivo también en las finanzas, la ciencia y la tecnología.
En términos de nuestro mundo globalizado, saber inglés es una llave determinante para abrir puertas. Lo utiliza el ingeniero en sistemas alemán para comunicarse con el operario indio que implementa un protocolo de cadena de suministro en Nueva Delhi; el arquitecto francés a cargo de obreros árabes que construyen un rascacielos en Dubai; el matemático chino que intenta describir el procedimiento para obtener el número de Euclides a los alumnos que atienden su clase a distancia desde Italia…
Aprender inglés, pues, no es un asunto de gusto; ni siquiera debería considerarse a partir de valoraciones ideológicas (del tipo: “No me interesa conocer el idioma del imperialismo”). Hacerlo implica ventajas prácticas indiscutibles. De acuerdo con el British Council, por ejemplo, a nivel mundial, 25 por ciento de los trabajos requieren personal que hable inglés; 25.2 por ciento de los contenidos en internet (culturales, científicos, informativos) están en ese idioma y, finalmente, quienes lo manejan con fluidez pueden obtener remuneraciones económicas hasta 30 por ciento superiores en comparación con quienes no lo hacen.
Otros y muchos beneficios más de aprender otro idioma
Por si todo lo anterior fuera poco, en un sentido más amplio, hablar una segunda lengua (cualquiera que esta sea) ofrece importantes beneficios:
Incrementa la plasticidad cerebral. La habilidad de ir de un idioma a otro favorece la capacidad para tomar decisiones, aumenta la memoria y reduce la posibilidad de sufrir enfermedades mentales, como el Alzheimer o la demencia
Mejora las habilidades auditivas y la atención
Favorece la flexibilidad cognitiva, esto es, la capacidad para cambiar de una tarea a otra y adaptarse a las circunstancias inesperadas
Fomenta el pensamiento crítico, al obligar al hablante a analizar cómo se construye el discurso y a qué elementos del mismo se le dan importancia en el otro idioma.
Más allá de esto, e incluso de las ventajas prácticas que ofrece el aprendizaje de idiomas, quizá el mayor provecho está en el área cultural. Por su enorme difusión en la actualidad, estudiar inglés nos da la oportunidad de entender mejor las distintas concepciones culturales presentes en el mundo, abrazarlas y mejorar la comunicación con nuestros semejantes.
Fuente original: redmagisterial.com.