¿Qué pasa con la lectoescritura en México? Un punto de partida para la reflexión en el ejercicio docente
- Claudia Alicia Ruiz Vega

- 28 ago
- 5 Min. de lectura
Estudios sobre el problema de la lectoescritura en México, sobre todo en estudiantes que cursan la educación básica, indican que un factor importante es la falta de hábito de la lectura, y que a pesar de todos los intentos para fomentar éste hábito echando a andar proyectos como las “Salas de lectura”, “Olimpiadas de lectura”, etc., se revela que más del 70% de los mexicanos no lee un solo libro al año (Camacho-Quiroz, 2013), lo cual da como resultado que nuestro país siga apareciendo en los últimos lugares de desempeño en habilidades lectoras, matemáticas y ciencias de acuerdo con los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) en comparación con otros países del mundo, reconociendo también que miles de docentes hacen su mejor esfuerzo al aplicar diversas estrategias pedagógicas y didácticas para atenderlo, no obstante los avances continúan sin ser significativos ni contundentes.

Pero, ¿a qué se debe que los niños y jóvenes mexicanos no logren desarrollar una adecuada comprensión lectora y presenten deficiencias en la comunicación escrita?
En términos científicos, hay todo un proceso cognitivo y mental relacionado entre lo que leemos, pensamos, sentimos y comunicamos, ya sea de forma oral o escrita:
En el desarrollo de la lectoescritura intervienen una serie de procesos psicológicos como la percepción, la memoria, la cognición, la metacognición, la capacidad inferencial, y la conciencia, entre otros. En la lectoescritura, la conciencia del conocimiento psicolingüístico mediante el análisis fonológico, léxico, sintáctico y semántico, le permite al sujeto operar de manera intencional y reflexionar sobre los principios del lenguaje escrito. El análisis fonológico (correspondencia grafema-fonema) lleva a pensar los componentes del lenguaje oral y a transferir esto al sistema escritural; el análisis léxico reconoce las palabras y su significado; el análisis sintáctico precisa la relación entre las palabras, para establecer el significado de las oraciones; y el análisis semántico define significados y los integra al conocimiento del sujeto. (Montealegre y Forero, 2006, 25-26)
Sabemos que la escuela, como espacio de aprendizaje, es el lugar donde se espera que suceda el proceso cognitivo y mental de la lectoescritura y que además los niños y jóvenes adquieran conocimientos, aprendan a relacionarse con otros, a reconocer las normas escolares y sociales, a descubrir, a experimentar y hasta ganar competencias que le garanticen el éxito laboral. Sin embargo, sabiendo que la lectura, como parte de la dinámica educativa, es el medio para construir y relacionar ideas, obtener respuestas, reflexionar sobre problemas sociales, ambientales, políticos o económicos, algo en el proceso sigue fallando.
Quizás dependerá de los planes y programas de estudio los cuales se componen de una gran cantidad de temas que deben abordarse en periodos cortos y de la rigidez del sistema educativo que obliga al docente a asignar una calificación por cada niño o jóven, como única evidencia del aprendizaje. Esto puede significar que no hay tiempo ni espacio para la lectura y la comprensión lectora llevando a cabo el proceso cognitivo y mental ya mencionado.
Tampoco podemos ignorar el factor de la desmotivación. Algunos estudiantes no encuentran en la escuela una respuesta a sus necesidades -educativas, económicas, laborales o sociales– y sienten que la lectura no les ayuda a resolver su realidad inmediata. Si a veces es difícil atender sus problema personales, ¿cómo esperar que encuentren en los libros soluciones para los problemas del mundo? No es raro, entonces, escuchar de ellos la pregunta: ¿Para qué estudio?
Otro aspecto que abre una brecha entre el estudiante y la lectura, son los recursos digitales e informáticos con los que cuentan los niños y jóvenes hoy en día, pues las relaciones interpersonales han cambiado drásticamente, la comunicación cambió, la forma de interpretar la información cambió; hoy los jóvenes leen menos y prefieren medios digitales para obtener información (Carrión, 2023), pues los diversos recursos digitales la ofrecen de forma sintetizada, breve, directa e imperativa en una dinámica o estilo de vida rápida, que impide que los seres humanos ocupen tiempo para la reflexión, para el análisis, para la crítica o para profundizar en temas de interés personal, de interés comunal o de interés nacional; esto complica la forma de vernos los unos a los otros, es decir, ver al otro como ser humano, pareciera como que las personas se volvieron individualistas, en el que los sentimientos se reducen a una imágen (emoji) y las tareas se delegan a la inteligencia artificial.

El problema de la lectoescritura está rodeado de múltiples factores, pero enfrentemos ésta realidad, lo primero que se debe tener muy claro como docentes es que independientemente de todo el contexto y lo que exige el sistema educativo, eres tú, docente, quien está frente a los niños y jóvenes. Los tienes ahí, en tu aula, ellos te escuchan, te miran, estás presente en sus vidas; tienes en tus manos la posibilidad de cambiar su realidad y de lograr que una palabra tenga significado para ellos.
Sabemos que los maestros recurren a todos los métodos de lectoescritura que conocen, o los que les fueron enseñados o a los que han innovado; sabemos que quizás, todos los días dedican minutos para leer en el aula, sabemos que piensan en proyectos que fomenten el interés en los alumnos. Pero seamos honestos: ¿qué crees que te hace falta como docente para lograr que tus estudiantes se interesen por la lectura, es decir, lean, comprendan y logren reflexionar sobre sí mismos y sobre su papel como miembros de una comunidad?
Tal vez sea necesario que un día, mientras llegan al aula como un ser humano y no como “el maestro”, ayude que sólo por ese día, no haya evaluación obligatoria, o clases de inglés, danza, música, educación física o artes, mismos que limitarían el tiempo de lo programado para la lectoescritura. Que ese día sean solo tú y ellos, charlando, escuchando, cuestionando, construyendo; prueba lanzando una pregunta detonadora y déjalos hablar, déjalos que se comuniquen de un modo o de otro. Habrá quienes hablen mucho, habrá quienes no hablen nada, habrá quienes gesticulen o quienes se duerman, a lo mejor habrá más preguntas que respuestas, pero ya habrás abierto el espacio de la duda, el interés o la curiosidad.
Cuando descubras un interés común, aborda la lectura de ese tema y escucha lo que tienen que decir tus alumnos al respecto. Tal vez hagan inferencias, retengan información o se identifiquen con el tema. Retoma de cada uno lo que dice, siempre es importante lo que cada uno aporta incluso hasta por absurdo que parezca, y luego invítalos a representar lo que pensaron, sintieron o a la conclusión a la que llegaron, a través de un mapa cognitivo, una carta, una opinión argumentada, un ensayo, un cartel, un bailable o a través de la oratoria. Si no comenta, no responde o no representa, no te desesperes, el aprendizaje es permanente, ya lo hará; pero sobre todo y lo más importante, no evalúes el resultado, evalúa el proceso, deja de ver a tus estudiantes como una maquinaria de la cual esperas un resultado inmediato y bien hecho; recuerda que eres un guía; eres quien motiva, eres quien libera.
Es posible que no tengas un resultado inmediato, pero eso no quiere decir que hayas fracasado, dejar de trabajar la lectoescritura de un modo mecanizado, memorizado, forzado y sin sentido no puede empeorar las cosas, quien sabe, a lo mejor y cuando menos lo esperes te des cuenta de que habrás liberado de procesos tradicionales a toda una generación, algún día lo sabrás.
Referencias.
Carrión, M. Martha I. (2023). La influencia de los medios digitales en la lectura de los jóvenes. https://ciencialatina.org/index.php/cienciala/article/view/5564/8410
Camacho-Quiroz, R. M., (2013). La lectura en México, un problema multifactorial. Contribuciones desde Coatepec, (25), 153-156. https://www.redalyc.org/pdf/281/28128741003.pdf
Montealegre, Rosalía, y Forero, Luz Adriana (2006). Desarrollo de la lectoescritura: adquisición y dominio. Acta Colombiana de Psicología, 9(1), 25-40. http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0123-91552006000100003&lng=en&tlng=es




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