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Flexibilidad curricular y pandemia

Muchos de los efectos de la pandemia por COVID-19 son evidentes en el ámbito educativo. No solo han cambiado las rutinas al interior de los hogares familiares para que niñas, niños y jóvenes tengan acceso a contenidos y actividades de aprendizaje mientras los planteles educativos permanecen cerrados, sino que además se han establecido retos no planeados que han extraído los buenos oficios de los integrantes de un entorno familiar alterado por las circunstancias.



A lo largo de estos meses de confinamiento, hemos presenciado cómo la implementación del currículum de educación básica, media y superior ha sido transformado por la situación imperante del uso de diversas plataformas digitales y medios de comunicación masiva.


Adicionalmente, la educación escolarizada en su conjunto presenta condiciones de operación y de tratamiento de los contenidos programáticos muy distintas de las que debía obedecer el currículum para el que fue diseñada. Frente a la demanda que impone la realidad, resulta incipiente la relevancia curricular que han cobrado actualmente las competencias de alfabetización digital, o de las habilidades socioemocionales para convivir tanto tiempo en el espacio familiar, y también las de vida saludable desescolarizada.


Es decir, el discurso escolar palidece ante los usos y costumbres en los hogares de los alumnos mexicanos, sabiendo que, por ejemplo, la violencia doméstica se ha incrementado en muchos hogares o, bien, que nuestro país es el campeón mundial de diabetes y obesidad entre los más jóvenes.


El destino nos alcanzó y el currículum se quedó muy atrás, y no solamente debido a la pandemia, sino a que no ha sabido responder a la necesaria formación de personas capaces de enfrentar crisis sociales de esta magnitud, con competencias para la vida en las que se desarrolle la resiliencia, la tolerancia a la frustración, la empatía por el prójimo, el aprendizaje autónomo, el cuidado de sí mismo y el pensamiento crítico, por mencionar algunas de las herramientas que es necesario llevar en la maleta del viaje que es la propia vida.


Quizá lo más importante sea pensar el currículo desde planteamientos que cobran una vigencia sorprendente en estos tiempos, como sucede con los centros de interés, de Decroly, cuya naturaleza es compatible con la idea de Dewey de conectar los contenidos curriculares con los intereses de los alumnos mediante situaciones problemáticas reales o verosímiles, en las cuales el conocimiento no se impone externamente, sino que involucra a los alumnos mediante situaciones afectivas que les importan. Curiosamente, el conocimiento de largo plazo es aquel que se vincula con las emociones.


Conviene pensar cuáles son los proyectos que facilitan la integración de aprendizajes, considerando menos contenidos y mejor selección de prioridades cognitivas y metacognitivas.




Fuente original: redmagisterial.com

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