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8 razones por las que debemos calificar y retroalimentar menos a los estudiantes

Para apoyar a los profesores de la comunidad de Red Magisterial, presentamos a continuación las desventajas de calificar y retroalimentar en exceso. Esperamos que este análisis ayude a los docentes a tomar decisiones prácticas y útiles al momento de evaluar y retroalimentar a sus alumnos, como sostienen los autores del artículo: Por qué los profesores deberían calificar con menos frecuencia.1



La práctica de calificar y retroalimentar en exceso presenta varios problemas tanto para estudiantes como para docentes. No solamente resulta una tarea muy onerosa en términos de esfuerzo para los docentes, sino que ha demostrado, según diversos estudios, ser totalmente ineficaz para incentivar el interés por el aprendizaje en los alumnos. Un ejemplo muy revelador es el que nos ofrecen los autores Youki Terada y Stephen Merrill del portal educativo Edutopia en este relato sobre la experiencia de la profesora de inglés Denise Pope.


Ella narra que, como profesora de inglés, dedicaba largas horas a redactar comentarios detallados en los trabajos de sus estudiantes. Sin embargo, su esfuerzo rara vez daba los resultados esperados.


“Los alumnos iban directamente al final del trabajo para ver la nota y nunca se molestaban en leer mis observaciones”, explica Pope, ahora profesora titular en la Universidad de Stanford y cofundadora de Challenge Success. Esta situación no es aislada. Según un estudio de 2021, los estudiantes que ven primero la calificación tienden a ignorar por completo la retroalimentación, lo que puede provocar una disminución significativa —de hasta dos tercios— en su desempeño en tareas futuras.


Analicemos las razones por las cuales se debería calificar con menos frecuencia y cómo hacerlo de manera más efectiva:


  1. Desinterés por la retroalimentación

    Cuando los estudiantes reciben una calificación junto con retroalimentación detallada, suelen priorizar la nota y descuidar los comentarios del profesor. Esto es especialmente común al final del semestre, cuando su atención se centra en los resultados finales y no en el proceso de aprendizaje. Por ejemplo, un estudio encontró que solo el 16% de los estudiantes revisaron los comentarios en línea sobre sus tareas. Este desinterés puede mitigarse reduciendo la cantidad de retroalimentación y enfocándose en áreas específicas de mejora, como errores comunes o habilidades clave que necesitan refuerzo. Si en lugar de evaluar todo un ensayo, el docente resalta un solo aspecto, como la estructura argumentativa, los estudiantes tienen más probabilidades de procesar y aplicar las correcciones.


  2. Incremento del estrés

    La carga de calificación afecta tanto a docentes como a estudiantes. Para los profesores, la calificación consume horas no remuneradas, genera incertidumbre y les impide desconectarse al final del día. Un docente que pasa noches revisando tareas puede experimentar agotamiento y frustración, lo que afecta su desempeño general. Por otro lado, para los estudiantes, las calificaciones suelen ser una fuente de ansiedad, ya que temen el fracaso o la desaprobación. Un estudio reveló que las calificaciones, más que la carga de trabajo o los planes para seguir estudiando, son la principal fuente de estrés para los alumnos. Reducir las calificaciones sumativas y utilizar evaluaciones formativas de bajo riesgo, como proyectos en progreso o autoevaluaciones, puede aliviar esta presión.


  3. Menor innovación docente

    El tiempo dedicado a calificar resta oportunidades para que los docentes desarrollen estrategias innovadoras en sus clases. Por ejemplo, un profesor que pasa cinco horas a la semana calificando podría dedicar ese tiempo a planificar actividades dinámicas, como debates interactivos o experimentos en grupo. Esta sobrecarga de tiempo también afecta a la colaboración entre docentes, ya que actividades como la planificación conjunta o el intercambio de ideas se ven desplazadas por la urgencia de cumplir con las evaluaciones. En lugar de calificar cada tarea, los profesores podrían usar rúbricas simples y promover autoevaluaciones, liberando tiempo para crear lecciones más atractivas y significativas.


  4. Inexactitud de las calificaciones

    Las calificaciones no siempre reflejan el aprendizaje real de los estudiantes. Factores como sesgos inconscientes, el cansancio del docente o incluso el formato de la evaluación pueden distorsionar los resultados. Por ejemplo, un ensayo con buena letra puede recibir una mejor calificación que uno con contenido más sólido pero una presentación descuidada. Además, estudios han demostrado que las calificaciones finales a menudo no coinciden con los resultados de pruebas estandarizadas, lo que cuestiona su validez como medida de aprendizaje. Para reducir estas inconsistencias, se pueden utilizar evaluaciones diversificadas, como proyectos prácticos o presentaciones, que ofrezcan una visión más integral del progreso del estudiante.


  5. Percepción artificial de finalización

    Cuando los estudiantes reciben una calificación, suelen interpretar que han terminado su trabajo, lo que limita la reflexión y el aprendizaje continuo. Por ejemplo, un estudiante que recibe un "8" en una tarea escrita puede asumir que su rendimiento es suficiente y no explorar cómo mejorar. Sin embargo, si primero recibe retroalimentación detallada y la calificación se entrega más tarde, tiene la oportunidad de procesar los comentarios, hacer ajustes y entregar un trabajo revisado. Este enfoque fomenta el desarrollo de habilidades y una actitud de mejora constante, en lugar de buscar únicamente cumplir con los estándares mínimos.


  6. Reducción de oportunidades de práctica

    El exceso de calificaciones puede llevar a los docentes a asignar menos tareas de práctica, especialmente en áreas como la escritura o el análisis crítico, donde la retroalimentación suele requerir más tiempo. Sin embargo, la práctica constante es esencial para el aprendizaje. Por ejemplo, en lugar de asignar un ensayo extenso cada trimestre, un profesor podría pedir redacciones breves semanales que no sean calificadas, sino revisadas rápidamente con comentarios simples. Esto permite a los estudiantes cometer errores, aprender de ellos y mejorar progresivamente.


  7. Impacto negativo en la motivación

    Las calificaciones tradicionales no siempre motivan a los estudiantes a aprender. Para los alumnos con dificultades, una calificación baja puede generar desánimo y evitar que intenten mejorar. Por ejemplo, un estudiante que recibe consistentemente "5" en matemáticas podría asumir que no es bueno en esa materia y renunciar a intentarlo. Alternativamente, los comentarios de bajo riesgo y con pasos prácticos hacia la mejora, como sugerir ejercicios específicos o estrategias de estudio, pueden construir confianza y fomentar un interés renovado por la materia.


  8. Retroalimentación más efectiva, no más frecuente

    En lugar de ofrecer comentarios extensos y detallados sobre cada aspecto de una tarea, los docentes pueden centrarse en áreas específicas de alto impacto. Por ejemplo, en un proyecto grupal, podrían evaluar únicamente la colaboración y no el producto final. Esto permite a los estudiantes enfocarse en mejorar habilidades clave sin sentirse abrumados por múltiples correcciones. Además, la retroalimentación debe ser inmediata y relevante, como discutir errores comunes al día siguiente de una evaluación en lugar de enviar comentarios semanas después.


Al leer estos puntos, podemos concluir que reducir la frecuencia de las evaluaciones y priorizar la calidad sobre la cantidad de la retroalimentación beneficia el bienestar de estudiantes y docentes, además de que mejora la enseñanza y el aprendizaje a largo plazo.


 

1  El artículo está escrito en idioma inglés, pero puedes traducirlo en Google Chrome haciendo clic derecho en el texto y seleccionando la opción: “Traducir al español”.

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