Química y sociedad: ¿aliados o enemigos de la naturaleza?
En la actualidad, el tema del deterioro ambiental es uno de los que escuchamos casi a diario. En los medios de comunicación es frecuente encontrar noticias referentes a los problemas que causan a la humanidad el cambio climático y la contaminación.

Los gobiernos, los países ricos, los países pobres, quienes conducen un automóvil o crían ganado vacuno… y así una lista interminable de responsables del cambio climático y la contaminación. Entre toda esta gama de responsables destaca la ciencia y, en particular, la ciencia química como la perfecta responsable de los problemas ambientales que nos aquejan, porque es un ente impersonal que no puede ser perseguido. El hecho es que de esta forma los ciudadanos nos libramos de la culpa; pero, lo más importante es que nos libramos de la responsabilidad moral de hacer algo para revertir los problemas ambientales que hemos creado.
Nada más lejos de lo que realmente ocurre. Primero, la química como ciencia estudia la naturaleza de la materia, por tanto, todo lo que nos rodea, llamémosle como lo hagamos (salvo la energía), es materia y por ende química. Es química lo que masticamos, deglutimos, digerimos y desechamos, es química la oxidación de un metal, la fotosíntesis que sostiene la vida en nuestro planeta, la respiración de todos los seres vivos, la transformación de un trozo de carne en un filete bien cocido; cuando generamos una idea ocurren cambios químicos en nuestro cerebro y así una lista interminable de fenómenos químicos.
La química y sus profesionales proveen la información necesaria para que se pueda crear una infinidad de productos tecnológicos, que en pocos años (dada la historia de la humanidad), han revolucionado la forma de vida de la humanidad, con todas sus comodidades e inconvenientes.
Sólo por mencionar algunos productos tecnológicos que han mejorado la calidad de vida de las personas, están los plásticos y sus múltiples manifestaciones, los textiles sintéticos, los medicamentos, combustibles fósiles, detergentes y pesticidas. También están aquellos que han causado el terror y la muerte sistematizada, entre los que destacan todos los tipos de armas modernas (las llamadas armas químicas).
Si bien la humanidad se ha beneficiado con el uso de productos tecnológicos, hay aspectos que no se toman en cuenta al momento de decidir consumir dichos productos. Todos los procesos industriales, agrícolas (aún los llamados orgánicos), pecuarios y demás, necesarios para llevar los productos a nuestras casas, implican el consumo de recursos naturales y energía en la producción, empaque y distribución; esta parte que no vemos con facilidad incide directamente y en buena medida en el deterioro ambiental.
Pero la cuestión no termina aquí. Muchos de los productos que usamos se convierten rápidamente en basura, como los envases de refresco, otros constituyen por sí mismos un problema, como los recipientes de unicel que se colocan en el horno de microondas y otros más se convierten en contaminantes de gran importancia como los residuos de aceite comestible que se vierten al drenaje.
Si analizamos el consumo de los productos tecnológicos que mencionamos antes, tenemos que los plásticos y los textiles sintéticos, cuando cumplen su función se convierten en basura que, tonelada a tonelada, va llenando nuestros continentes y mares, basura que la naturaleza tardará cientos o miles de años en degradar, y lo que es más dramático, basura de productos que a veces usamos una sola vez.
Si bien el desarrollo de medicamentos ha aumentado la expectativa de vida de las personas, su uso y en especial su abuso, ha creado problemas nuevos, por ejemplo, el caso de los antibióticos, dado que los agentes patógenos se adaptan a ellos y, por ende, ya no se ven afectados, con lo que algunas enfermedades, por ejemplo la tuberculosis, ha resurgido como problema de salud pública.